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viernes, 3 de febrero de 2012

Aqui estoy, come back.

Llueve mientras espero. Las luces de la acera se prenden. Cae la noche y la lluvia sobre mi cara. No confundas, solo son lágrimas sobre mis ojos. El corazón dejo de funcionar, el piso se volvió resbaladizo. Casi me veo caer a la avenida. Todos corren para evitar la humedad sobre sus abrigos. El ruido parece ensordecedor, pero solo escucho tu voz paralizante diciendome -Volvere cuando las tormentas cesen y el fuego extinto este- A decir verdad la chispa se apago, pero admiro tu cobardia, no intentaste cruzar la tempestad. No te atreviste. Tu y yo no somos mas que dos pétalos marchitos que se separan a la velocidad de la luz. Aquí estoy yo, tratando de tejer los cabos sueltos, tratando de imaginar el cielo, y soñar con tu canto. Hace frió. Las gotas escasean. La noche parece teñirse de tonos grises mientras cientos de cristales de hielo caen sobre mi cabeza e inundan las calles. Mi esperanza huyo despavorida hacia el sur de la ciudad, escapando de la angustia y la soledad que la hubiese exprimido hasta asfixiarla. Admiro tus labios, tu piel, tu pelo, tu aroma de invierno. Mi cabeza parece extasiada. Mis ojos cerrados dibujan tu silueta en la infinites del espacio. Supongo que lejos estas y que no regresaras. Yo aquí, víctima del helado viento que vaga por los huecos de esta mole de cemento y que convierte a la lluvia en un manto compacto de hielo y desesperanza. Mi reloj hundido por el agua se detuvo tiempo atrás y marca 00:32am. Cualquier idiota diría que no me merecías, pero soy quien sabe tu nombre y el color de tus ojos, el sentido de tu pensamiento y hasta tus gustos musicales. Mi sombra se desdibuja y se pierde con la de los enormes arboles. Arboles arrasados y quemados ya por el frió. Me siento flotar en un mar de desilucion y engaño. Por siempre pensé que estaríamos juntos, pero todo juego acaba con un perdedor, y claro... mi nombre se ve opacado sobre tu pedestal. No puedo creer aun lo delirante y confundida que te volviste estos ultimos meses. Parecias correr sentada mientras gritabas callada. Muy ilógico pero tan real e impecablemente claro. Caigo. El suelo no parece tener temperatura. Mis botas enterradas desaparecen de mi vista. Los últimos peatones quedan atónitos ante mi presencia al pasar y marchan seguros de si mismos. No lo saben. No saben que me has arrancado mi corazón, me lo has arrancado del pecho sin motivo y has huido con el. Aquí estoy, en la pesada bruma de la noche, esperando que el amanecer de los días derrita la nieve que me sigue empujando hacia abajo.

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